martes, 17 de abril de 2012

Últimamente...

No hago otra cosa que pensar en mi novela. Mientras, como, bebo y duermo, todo en pequeñas dosis, entre otras tareas futiles.
También pienso en las novelas de otros. Bueno, mejor dicho, pienso en cómo me hicieron sentir las novelas de otros. Lo mejor de una novela es poder alimentarse de ella; no sólo mientras la disfrutas sino después, en la ducha, en el coche, a través de un sueño.


La tele está encendida. La cortina naranja me aburre. La mesa no brilla por algunas partes. Oigo a los vecinos. Ni siquiera sé si me gusta este pueblo. Tengo la sensación de que no soy de ningún sitio. Y tener sensaciones tan drásticas luego se pagan muy caro, porque la gente las nota.

He vuelto a echar un vistazo al anime japonés. Lo busco de manera inconsciente porque me hace sentir, aunque esta vez intentaré no engancharme demasiado no sea que termine dando tumbos, como en la última incursión a la desesperada... Sus bases son burdas, pero efectivas. Su contenido es rebuscado, pero veraz. Me asusta un poco identificarme con personajes inexistentes creados por personas que viven al otro lado del planeta... ¿Distintos?
¿Quién se atrevió, algún ignorante?

Adolescente. Va a tener razón quien me dijo que lo seré siempre. Bueno. Hay cosas peores...

3 comentarios:

  1. Yo también tengo la sensación de que no soy de ningún sitio.Ni siquiera sueño ya con aquella casa junto al rio.

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  2. A lo mejor es que tu patria es tu novela. Pues más vale que te guste viajar.

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    Respuestas
    1. Los sueños se convierten en recuerdos para salvarse de la muerte. Suerte que esa casa siga respirando, creo que era muy hermosa.


      C... las novelas, con el tiempo, se vuelven tan desconocidas que en una nueva lectura llegan a sorprender al autor. Lo que no sabía es que con las personas ocurre lo mismo.

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