miércoles, 23 de junio de 2010

Mientras sigamos bailando...

... Todo irá bien. Puede que la música no siempre suene como nos gustaría y puede que resbalemos en el paso que menos convenga, pero mantener la postura se hace indispensable; aguantar los golpes contra el suelo, volverse a levantar para empezar otra vez. Seguir bailando como el resto de los seres vivos, cruzar la sabana sin que nadie nos proteja, sin que nadie nos cuide las espaldas, en solitario, cortando el aire frío en cada salto al vacío. Sigue sonando la melodía, más lenta, más triste. El camino merece otros pensamientos pero casi siempre arrastramos los mismos; caer en la misma trampa es otra forma de ser nosotros.
Seguir bailando. El cielo acompaña eternamente, prestando servicios familiares a nuestra imaginación, permitiéndonos cierto complejo para después liberarnos, jugar con nuestras perspectivas, robarnos posibilidades... ¿qué habrá más allá, será otro telón de fondo? ¿Por qué es necesario cerrar los ojos para empezar a ver de verdad?
Seguir bailando, hacerlo continuamente, obedecer los instintos. Ni siquiera es una forma de expresión, es sólo obediencia.

Sólo esclavitud. Es sólo... Un baile.




Pero mientras sigamos bailando,
todo puede suceder.

viernes, 11 de junio de 2010

Mejor, a veces, no entenderlo todo

O imaginarse lo que no se sabe...

miércoles, 9 de junio de 2010

¿A qué saben las arañas?

Estaba hace muy poco cambiando los canales de la televisión cuando apareció Spiderman en dibujos animados, lanzando sus redes entre los edificios, volando por los aires, dando mil giros y volteretas espectaculares mientras bromeaba acerca de sí mismo, de su vida, de lo que le sucede a cada momento. Sus ironías son brillantes, igual que sus posturas sobre las paredes. A mí me gusta en especial esa que adopta cuando desciende del techo cabeza abajo, sujetando una red mientras mantiene las piernas cruzadas, mirando hacia lo que sea con esa mirada imprecisa de su máscara de trapo.
Me gusta el tipo desde que era pequeña, me gustó siempre. Ahora reconozco que, más que por heroísmo, me gusta por sexy. El hombre araña tiene algo. Será su anatomia elegante, estilizada, o tal vez esos enormes ojos vacíos. O puede que su forma de torcer la cabeza... Ni idea. Pero la araña sabe moverse. Es escurridizo. Intuye el peligro con ese fantástico sentido arácnido que le salva de los burdos ataques de sus enemigos. Parece que cae pero no; se agarra, se pega, se adhiere, resucita desde el suelo para remontar los cielos. Se revuelve, se agita, posa para la cámara. Hace un Vogue, que diría Madonna. Rebosa estilo. Hay un toque sensual en toda esa genuflexión de supervivencia, como la exhibición de un cortejo. Daría lo que fuera por saber a qué demonios huele.

Supongo que la atracción por la araña podría ser perfectamente explicada por el deseo subconsciente femenino. Tratemos de inventar, a ver qué sale. Yo digo que el tipo se viste sencillo y sabe lucir sus puntos fuertes. Además, no es nada prepotente; Spiderman se pasa la vida evitando que le maten. Tiene sentido del humor. Tiene suerte. Es atento, ágil; igual te balancea desde un rascacielos que te mata de risa con un chiste. Es intrépido y dulce. Es un bicho... Y por eso es perfecto. Que la araña tenga ocho patas e inyecte veneno no tiene relevancia, o puede que sea lo único que la tenga. ¿Un hibrido de araña con todo en su sitio? ¿Un hombre sin rostro, o con el rostro que le ponga nuestra imaginación?
No hay manera. Lo confieso. Mi fantasia sexual es dar un beso a un tipo que cuelga boca abajo, sujeto a una red, que no dice nada pero lo espera todo...

¿A qué saben las arañas?

martes, 8 de junio de 2010

Las otras cosas

Esta noche no escucho nada; ni las palabras vienen a mi cabeza, ni siento, ni puedo pensar.
Esta noche estoy más sola que nunca.
Me pregunto sobre todo aquello que imagino que podría suceder y no sucede, todo lo que me gustaría, todo lo que estoy buscando desde hace tanto que no recuerdo quién era antes de buscar. Si es vida el tiempo empleado en los deseos frustrados, los intentos, las pruebas. Dónde termina el fracaso y comienza el éxito... ¿Es nuestra mente quien fabricó la frontera?
Definirse no es fácil. Explicarse es complicado. Conocerse es imposible... ¿Cómo, entonces, realizarse?

Mentirse sin saberlo, o ser incapaz de sincerarse. Decir verdades es otra hazaña revulsiva, exclusiva, elitista y magnífica.
Escuchar verdades resulta un privilegio... Apreciarlas y valorarlas atañe a los grandes espíritus.
¿Y si lo que creemos fuese real? ¿Y si pudiesemos alcanzarlo todo con sólo girar unos grados, inclinarnos, observar desde otra perspectiva?
¿Y si nuestra realidad pudiese ser diferente?

Esta noche no es diferente, pero la sospecha de que podría serlo me intranquiliza. Resulta curioso porque, al mismo tiempo, esa sensación me ha devuelto la sonrisa.

domingo, 6 de junio de 2010

Pensamientos extraños

La vida es, en sí misma, un esqueleto. Se aposentan sobre sus huesos las vicisitudes de los días, los sucesos, los hechos espontáneos; esa carne que cubre la existencia. Y el devenir de los proyectos, los objetivos, los plazos, los planes para el futuro formarían la piel, el pellejo del día a día.


Así ocurre que vivimos cara a cara con nuestras ilusiones de mañana pero somos incapaces de valorar nuestros escondidos huesos aunque ellos estén ahí, sosteniendo la techumbre, asegurando que no se nos caiga la montaña sobre la cabezota.
Los huesos. Esos a quienes queremos. Esos que nos quieren. Esos que siempre están ahí, sea como sea.

Existe esa parte inmutable a nuestro alrededor que, por alguna extraña razón, estamos convencidos de merecer siempre. Hagamos lo que hagamos.

Hasta que nos partimos un hueso, y el daño nos recuerda nuestra realidad.