martes, 30 de agosto de 2011

Ha llegado la niebla

Qué sorpresa. Más de cien mil visitas en tres días. "Entrando en barrena" ha elevado a la máxima potencia sus expectativas más ambiciosas. Ignoro la causa pero debe existir y, dada la magnitud del hecho a considerar, sospecho que ha de haberse constituido sobre resistentes y consolidados argumentos. En cualquier caso, Japón, Estados Unidos, Emiratos Arabes, Hong Kong y el norte de Europa no pueden estar equivocados.
O sí.
Me comunican que han comprado la marca que da título al blog al igual que mi seudónimo y, a partir de ahora y mediante una cesión temporal con marcados condicionantes comerciales, puedo continuar utilizándolos siempre y cuando revele las fuentes de mis códigos. He manifestado abiertamente a los nuevos y generosos dueños de mi instrumento de expresión que desconozco a qué códigos se refieren pero insisten con vehemencia, tanto que he empezado a asustarme. Un abogado me ha confirmado que, en efecto, la operación de registro y solicitud se ha realizado a través del mismo bufete de relaciones internacionales ubicado en unas islas del Pacífico con nombre de vacaciones, lo cual me ha producido un tremendo estupor a la par que dolor de cabeza. Me siento superada por los acontecimientos.

Desde nuevos y desconocidos orígenes han comenzado a reclamar insistentemente los consabidos códigos. Las amenazas se suceden y aunque en inglés parecen menos terribles (bendita ignorancia) soy capaz de comprender que la situación se escapa de mi control. El abogado que me mantenía informada ha desaparecido y los otros dos a quien conté mi caso no responden a mis llamadas. Estoy intentando considerar otras opciones pero, a día de hoy, aún no quiero llamar a la policía; prefiero continuar creyendo que todo se debe a una estúpida y macabra broma.


He acudido a la policía pero mis esfuerzos por demostrar la persecución y acoso al que estoy siendo sometida han resultado inútiles. Para mi más absoluto asombro acabo de desaparecer de los registros del banco. Han asaltado mi casa y robado mi bolso así que carezco de cualquier documento que acredite mi identidad. Unos hombres que parecen de la CIA o de cualquier organización con gente armada y anónima se han presentado en mi casa y me han exigido el pago de unas deudas adquiridas al cometer un delito de apropiación indebida de marca comercial y estafa. Insisten de nuevo en conocer los códigos. Uno de ellos, el menos obcecado, me habla del sistema para el lenguaje de transformación numérica. No entiendo nada, y eso que utiliza un castellano bastante correcto. Empieza a señalar una serie de líneas simétricas dibujadas sobre la impresión de mis escritos mientras me vigila con extraña suspicacia. Sigo sin comprender. No quieren marcharse.

Tres días después he logrado vislumbrar una parte del enigma. Parece que existe un lenguaje invisible en cada entrada del blog que se traduce en una serie de números repetidos, los cuales, a su vez, conforman un lenguaje estadístico que coincide con la curva matemática de las inversiones en bolsa. Todo monstruosamente raro. Yo no sé nada de la bolsa pero ellos no se cansan nunca de preguntarme toda clase de cosas acerca del funcionamiento de los mercados. Hace mucho tiempo que no como nada, creo que no me encuentro bien.



He despertado en una habitación que no conozco. Un señor muy sonriente me observa con paciencia hasta que logro despejarme. Me pide que me siente frente a él. Hace calor. Escribe en un papel y luego me lo entrega; pone "¿Cuál es la dirección?"
Le miro, no sé qué decir. Espera y luego saca un billete de un dólar. Vuelve a escribir y me lo entrega; "¿Dónde?"
Espero. De repente empiezo a recordar algo que una vez me dijo alguien: "Casi todo el mundo es más idiota que tú así que descuida, con todos los que somos, no creo que te de tiempo a cruzarte con alguien que no lo sea..."
"Ellos", respondí. Él abrió los ojos con ansiedad. Muchos otros escuchaban, nos espiaban.
"¿Quiénes son ellos?", se atrevió.
"Los que me trajeron aquí", aseguré.

Hace una semana del incidente de los códigos. Parece que los hombres de la CIA o de dónde sea han emprendido la persecución de los inversores a quienes dar caza. Las multinacionales han emprendido acciones de busca y captura de ciertos miembros de clubes financieros en todo el mundo sobre los que recae la responsabilidad de reestructurar las bases del código que les señala. La tranquilidad, no obstante, ha durado poco tiempo. Me vigilan. Ahora que las grandes empresas me protegen, los gurús de los mercados han enviado sicarios para asesinarme. Intuyo que no les ha gustado ser el propio objeto de la inversión bursatil mundial y pretenden acabar con el lenguaje que ha poseido mi blog mediante indescifrables estructuras matemáticas. Toda una singular proeza que aún no reconozco ni puedo explicar.

Hoy es el último día. He rehecho un código que no sé y lo he cifrado a través de un último post donde también incluyo la conexión con otras muchas brújulas financieras, como agudamente me han bautizado desde una inexistente cúpula londinense de relaciones corporativas y banca. No insistan, no revelaré más datos acerca de la curva imprevisible de inversiones en activos. No cuenten con mi confesión.
Aunque aportaré una última pista final; la riqueza se dirige hacia el mismo lugar que el entusiasmo por la vida. Son una pareja estable con un precioso plan de futuro.

Fin ;)):

martes, 23 de agosto de 2011

La muela rota


Mañana tengo una entrevista con el gerente de una clínica dental para ofrecerle un asesoramiento financiero completo. Y resulta que hoy, hace tan solo unas horas, se me ha roto una muela comiendo espaguetis. Alguien medianamente susceptible diría que se trata de una señal, una de esas pistas que nuestro destino esparce de vez en cuando por delante de nuestras narices para jugar a las adivinanzas... ¿Tendrá de verdad algún recóndito significado? Los espaguetis estaban muy buenos, ¿eso qué significará?
Cada vez que llego a la parada del autobús me asalta una gran variedad de dilemas existenciales. Es extraño. En cuanto mis pies se detienen mi cabeza se pone en marcha cuestionando todo aquello que alcanza la vista. ¿Cuántos años de vida le quedan a esa señora? ¿Ese señor le ha sido infiel a su mujer, si es que la tiene? ¿Se ha arrepentido? ¿Esa otra señora lleva una doble vida, se ha intentado suicidar, ha cometido algún crimen, cree realmente en Dios? ¿Por qué sonríe? ¿Ama de verdad, odia de verdad? ¿Vive de verdad?
Las opciones son infinitas. Las posibilidades, inagotables. Pero siguen sorprendiéndome, por encima de cualquier otra consideración, las personas felices. Esos seres poco comunes, únicos, tan especiales y poderosamente atractivos para la ingente masa gris. Ellos se mueven entre el vulgo desprendiendo un brillo cegador, expulsando chorros de energía que el resto recolecta y abraza como limosnas curativas del alma. El efecto de estas personas dura lo mismo que su proximidad; a veces, dilatado durante unas horas en forma de perfume impregnado en los cerebros agradecidos. Respiras, contienes, experimentas y olvidas, regresando a la brújula del propio ánimo y sus prosaicas fronteras. Todo muy aburrido, todo muy pueril. Pero es que la vida seria no tiene otro significado que el de ser aburridamente pueril.

Me duele la muela. "Tendrán que salvarla", dijo el dentista. Salvarla de mi vida de estragos y licencias (seguramente baratas, si no, otro gallo me cantaría). Empiezo a ver al dentista como un caballero andante, con su espada y su gorguera cervantina. Empieza a declamar:

Nos enseñan a bordear los pájaros muertos sobre el asfalto
Me hace sentir imbécil por bloqueo
¿Estás en la película que escribe tu cabeza?
Nos enseñan a que no importe pisar lombrices u hormigas: Qué corriente eres, ¿a quién obedeces si apagas el instinto?
De vuelta es todo una reconquista. Una reconquista. Una reconquista...


El dentista me da miedo. El trabajo me aterroriza. La muela rota me hace sentir triste y de mal humor. Espero que todo esto se me pase mañana, en la parada del autobús, entre toda esa gente imaginaria.






jueves, 4 de agosto de 2011

Estío madrileño

-¿Sabes que si tengo que donarte un cacho de riñón me lo sacan directamente por la vagina? -Exclama mi madre con entusiasmo- Ni cortes, ni nada... Meten el aparato y sacan... Esto de tener vagina es fascinante, es como un supermercado...
-Desde luego... -Admito yo, sin pestañear.
-Y al receptor del riñón se lo meten por el ombligo, así, como si nada... ¿No es maravillosa la medicina?
-Pues sí, mamá...- Vuelvo a asentir, incapaz de estropear el instante con alguna de mis tontas ocurrencias.

La tele sigue funcionando. Es hipnótica, una fuente reveladora de verdades alucinantes. Suena el teléfono.

-¿Si?- Responde mi padre- Un momento... Es tu hermana.

Mi madre acude y charla entretenida. Luego cuelga.

-Era tu tía Elena...
-¿Qué te ha dicho? -Pregunté, casi sin reflexionar en lo que hacía.
-Nada... Que tu prima la pequeña se ha caído en el parque y se le ha quedado una piedra metida en la rodilla. La mayor, Lara, le gritaba a su madre que le sacara la piedra con un pañuelo pero Elena, que ya sabes que es muy nerviosa, ha preferido hacerlo con una aguja. Y ahí estaban ahora, pensando en si acercarse o no al ambulatorio, porque Ana insiste en que quiere quedarse a ver los dibujos y que no le duele ninguna piedra, pero claro, sabes que Lara es muy cabezota...
-Ah...
-Les pasa mucho eso de que se les metan piedras. Ya sabes que tu tía tiene una en la uña meñique del pie... De cuando íbamos a la playa de Gandía...
-Sí...
-Está muy nerviosa, no ves que están de vacaciones... ¿Te conté que estuvo haciendo yoga?
-¿Ah, sí?
-Sí, pero lo ha dejado...
-¿Y eso?
-Pues el otro día le pregunté; "¿ya has dejado el yoga?" y me dijo; "Sí, porque eso es como muy profundo y a mí no me ha llegao"...

La tele sigue funcionando. Mi padre forma palabras con letras. Mis hermanos duermen la siesta. Las cortinas bailan al viento de la sobremesa. La vida es una historia sorprendente.