jueves, 26 de abril de 2012

Cuento con linterna

Se le oye, a lo lejos, similar al crepitar de una llama. Eriza la piel pero no molesta. Me acerco despacio. Si la noche fuese más cerrada no podría ver nada; tengo suerte de que aún asome una línea roja al final del océano...
Tiene envergadura; me extraña que todavía no se mueva. Las sombras alargadas se han comido los árboles y la alfombra negra se extiende por encima de los montes. Aquí no hay nadie y, dentro de muy poco, tampoco habrá nada.
Empiezo a buscar. Se ha perdido de repente... Creo que tengo miedo, o puede que sólo sea que respiro más deprisa.
Se ha movido detrás de mí.
Está contando los movimientos, imaginando; sabe que estoy pensando en él.
Hace frío; es raro, pero... Sólo tengo ganas de llorar...
Me acerco hacia ningún sitio. La tierra cruje a poca distancia, como una advertencia. El fuego se apagó con un viento súbito y ahora distingo su llamada, una invitación en forma de susurro.
Parecen dientes; sí, son dientes.
Y algo más.
El corazón me golpea tan fuerte que los latidos no me dejan escuchar. Creo que me ha rodeado; no hay salida desde mi posición.
Algo me sujeta por la espalda.
Ha empezado a cortarme la piel, desde la nuca a los riñones, lentamente, hasta dibujar una estrella de cinco puntas. Me duele pero no me muevo; no quiero que se vaya, no ahora...
Las alas se han extendido. Me tumbo, para contemplarle mejor.

Ha despegado por fin.



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