miércoles, 1 de agosto de 2012

Míos

Esta mañana sonó el despertador. Palpé varias veces para apagarlo contra el suelo. Me puse las deportivas sin abrir los ojos. Me recogí el pelo, gafas de sol y auriculares. Salí a la calle con la bolsa de reciclar plásticos.
Empecé corriendo aunque nunca lo hago. Estaba nublado. Nadie a mi alrededor. Bajé deprisa hasta el paseo del puerto. Las mariscadoras trazaban una línea irregular sobre la playa desnuda de agua y repleta de conchas vendidas a su suerte. Huele a salitre y humedad. Sigo corriendo. La música ocupa mis oídos y no me deja distraerme con nada. Entonces aparecen ellos, de repente. Hace mucho que están conmigo. Actualmente ya son capaces de hablar solos, sin mi ayuda, y mantienen conversaciones realmente interesantes... Se desean, se pelean, se asesinan, se traicionan. "Uno" ha empezado a adoptar una mueca cuando se enfada que nunca había visto antes. "Otro" me parece que está más delgado, pero no ha perdido fuerza. "Ella" es oscura, cada vez más, tanto que aún no me ha enseñado la cara. Y "aquella"... Aquella es la bestia, el monstruo, la aberración con caderas.

Y todos respiran juntos en mi cabeza.

45 minutos sin darme cuenta que la misma canción sonaba una y otra vez, en un ciclo de repetición. No podía parar. Por culpa de que están plenamente definidos, vivos por fin; se mueven, son independientes, se manejan en los lugares dispuestos, me hacen preguntas increíbles... Y no he escrito una palabra sobre ellos. Aún no.

Mientras no los escriba, son míos... Y solamente míos.