sábado, 24 de julio de 2010

Chevy 2

No somos el cubo de Rubik...

¿Es que siempre pagas lo que tienes?

Wall-E era cuadrado y Eva esférica; ni siquiera encajan

Las mentiras, sofisticadas, por favor

Hazlo bonito... Haz que sea entretenido.

¿Te parece sonreír al público?

Haremos como si fuésemos lo que ellos creen

Darles la razón es otro acople de cinismo

¿Quién habló de la verdad? Si nadie la quiere

Y nadie la conoce

Nadie la prueba porque es una tía muy borde

No la invitan a fiestas ni preside reuniones

Huele mal y no es interesante...

¿Podemos invitarla en silencio? Es que me atraen las brutas

Sonreiré para tí

No sabrás porqué, aunque podrás teorizar sobre ello

Nos divertiremos... ¿Se trata de eso, no?

Volver a la carga, disfrazados o no

Disformes, perdidos, cansados, rendidos

(Deshazte de ese maldito cubo de colores)

Tardas en darme la mano....



miércoles, 21 de julio de 2010

Grandes muertes y muertes pequeñas

Ayer me crucé con un enorme perro tendido en la acera. Tenía los ojos hinchados y jadeaba con angustia, ruidosamente, como si se estuviese muriendo, agitando la panza asfixiada. Un hombre grueso se había agachado para abanicarlo intensamente. La gente pasaba al lado de ambos como si nada. Tuve que girarme a la altura del semáforo... ¿Y si aquel señor se cansaba de estar inclinado sobre el animal y lo abandonaba? ¿Y si aquel perrazo se moría sin que nadie le prestase ayuda? No podía cruzar. Tuve que quedarme vigilando, atenta a lo que pasaba. El perro continuaba con los estertores y las babas. El hombre se afanaba con el giro de su muñeca. Aún así, crucé la calle. Pero no dejé de mirar. Sentí miedo. Era un animal demasiado grande para morir en público, delante de todos. Demasiada carne, demasiada sangre.

Mi cabeza no lo soportaba. Finalmente el perro se levantó con dificultad y siguió al señor hasta un portal próximo. Era su dueño. Se había salvado. Respiré hondo. Al fin podía volver la vista hacia adelante. Supongo que, para la conciencia, el tamaño del muerto sí que importa.


Hay liquidación en una tienda que me gusta, cerca de aquí. Iré en cuanto pueda. ¿Existen las liquidaciones sentimentales? Dos ligues de verano y mi primera vez, de oferta. Y las experiencias en la calle, un dos por uno; en paquetes de diurnas y nocturnas. El ofertón puede ser el trio ocasional.... Aquel, aquel en aquel coche. Aquella vez. ¿Compradores? Apuesto que cientos de miles. ¿No venden basuras peores en los sitios de papel escrito, o embadurnado?

Te echo de menos. Mucho. Tanto que estás conmigo a todas horas... En todo lo que pienso. Cada vez que me muevo. Estás más que cuando te tengo cerca. ¿Es normal eso?

Sé que no te gusta el teléfono. Creo que porque no sabes hablar por él. A mí me gusta porque se parece a lo que me gustaría de verdad... Hoy he aprendido algo. Después de colgarte me he dado cuenta. No se trata de lo que decimos. La verdad es que me gustaría hablarte sin decir nada. Prométeme que lo haremos. Estar hablando sin hablar, sin palabras, en silencio. Escucharnos al otro lado, sentir que nuestras cabezas barrenan por los mismos lodos. Me gustas en silencio. A mí me cuesta, pero es tan bello... Lo prometo.

Hasta mañana.

sábado, 10 de julio de 2010

Chevy 1

El calambre de las siete de la mañana

La promesa de las ocho de la tarde


El caldo del timbre de la casa...

Mayéutica pura, ¿te interesó alguna vez saber quién eras?

El viento se ha llenado de cobardes

Detritos del pensamiento

¿Me matarás algún día?

O puede que no me salves nunca, lo mismo da

Me asusta lo que nunca pienso...

Imaginar lo que no llegamos a sentir

El calambre

La promesa

El caldo del timbre

La pared en nuestras cabezas.

viernes, 2 de julio de 2010

Elegir

Lo hacemos casi siempre, o al menos eso creemos. El pijama, el desayuno. La ropa. paraguas o sombrilla, sombrero o gafas. O ambos o ninguno. Cómo nos movemos, hacia dónde, porqué... Hasta nos inventamos esos porqués. No viene mal decirnos a nosotros mismos que el camino tiene una explicación sensata, un premio razonable. Y si algo no nos convence, pues volvemos a elegir. Parece sencillo.
Hubo un tiempo en el que yo también creía que las personas podíamos escoger de verdad. Pensaba que el mundo era un tablero en el que todos partíamos con fichas diferentes y, dependiendo de nuestras capacidades y talentos, lográbamos sortear con mayor o menor fortuna los peligros hasta dirigirnos con éxito hacia la soñada meta. Una bella teoría sobre la vida terrena. Ahora sé con certeza que dicho planteamiento resulta imposible. No existen los caminos. No existen las fichas; quién inventaría esa tontada. No existen los jugadores, ni los juegos, ni los objetivos cumplidos. Ni siquiera existe la suerte...
Estamos aquí para morir. Y tenemos toda una vida para elegir cómo hacerlo. Es la única elección que realmente poseemos... Al menos, en nuestros sueños.


Pensando en Manolo, a quien nunca he conocido.