jueves, 26 de abril de 2012

Cuento con linterna

Se le oye, a lo lejos, similar al crepitar de una llama. Eriza la piel pero no molesta. Me acerco despacio. Si la noche fuese más cerrada no podría ver nada; tengo suerte de que aún asome una línea roja al final del océano...
Tiene envergadura; me extraña que todavía no se mueva. Las sombras alargadas se han comido los árboles y la alfombra negra se extiende por encima de los montes. Aquí no hay nadie y, dentro de muy poco, tampoco habrá nada.
Empiezo a buscar. Se ha perdido de repente... Creo que tengo miedo, o puede que sólo sea que respiro más deprisa.
Se ha movido detrás de mí.
Está contando los movimientos, imaginando; sabe que estoy pensando en él.
Hace frío; es raro, pero... Sólo tengo ganas de llorar...
Me acerco hacia ningún sitio. La tierra cruje a poca distancia, como una advertencia. El fuego se apagó con un viento súbito y ahora distingo su llamada, una invitación en forma de susurro.
Parecen dientes; sí, son dientes.
Y algo más.
El corazón me golpea tan fuerte que los latidos no me dejan escuchar. Creo que me ha rodeado; no hay salida desde mi posición.
Algo me sujeta por la espalda.
Ha empezado a cortarme la piel, desde la nuca a los riñones, lentamente, hasta dibujar una estrella de cinco puntas. Me duele pero no me muevo; no quiero que se vaya, no ahora...
Las alas se han extendido. Me tumbo, para contemplarle mejor.

Ha despegado por fin.



martes, 24 de abril de 2012

El desalojo


El sol estalla en lo alto del cielo
cayéndoseme alrededor, el mar
hoy no quiere dejarme pensar...
Tu voz constante en mi mente
como la sombra imprecisa de ti;
como la niebla que encierra
la huida de los barcos prohibidos

Te tuve un rato, pero...
Ya no.

La luz luchando con todas las noches
para mostrarme que no estás;
tu olor, escamas de reptiles en el aire
tu ropa, agujas de cactus por el suelo
mil martillos tejiendo mis sienes
contra la mudanza de lo que dejaste

Te tuve un rato, pero...
Ya pasó.



sábado, 21 de abril de 2012

Manga corta, lino, tallas, perchas y analgésicos potentes

Resulta que, al final, por ser sábado, estaba lleno de gente. Los míos me habían dejado tirada con excusas (unas mejores que otras, todo hay que decirlo) y yo me inmolé, al estilo kamikaze, para acompañar a la familia de los niños "repunantes", que diría una tía mía (constato que dicho por ella suena aún más repugnante) hasta el dichoso outlet de las narices. La tienda está situada donde cristo perdió el gorro, o, lo que es lo mismo, en pleno monte. Y aquí en Galicia la gente no es de poner carteles con indicaciones, porque, total, que les den a los idiotas que no conocen la miña terra... En fin.

Llegamos, porque todo el que quiere termina por llegar a donde sea, y nos bajamos del coche después de una conversación más o menos amena (¿por qué me castigas así, Dios mío?) sobre las oportunidades, el empeño y lo difícil que es conseguir lo que uno desea porque es muy difícil en sí, y porque hay mucha gente haciendo lo mismo (repito, oh, Dios mío, ¿por qué yo?)...

Entramos en el lugar... Bien, me digo, me desmarco por este pasillo con disimulo y voy a lo mío. Já; mira que llegas a ser tontaina... ¿Te esperabas que tu buen juicio iba a ser desperdiciado? ¿Es que no tienes manos para sujetar perchas, es que no puedes ayudar, maldita egoísta, no has venido para eso? ¿no ves que los niños te adoran, no ves cómo te pisan, cómo te tiran del bolso, cómo te hacen burla? Me da igual. Me alejo con la excusa de buscar una chaqueta al fondo de la nave, de esas que valen 10 euros, no sea que se me escape la oportunidad... Mier...da. Me han escuchado y vienen tras de mí. A mis espaldas suena la tuba de la apertura de "Tiburón", como un presagio tenebroso... Sospecho que no puedo escapar de mi destino y hoy falleceré bajo un montón de ropa de saldo pateada por dos niños histéricos.


Llega el momento cambiador. Espeluznante. Los niños se escapan medio desnudos por los pasillos de la tienda, gritando y riendo, pintando la ropa que se encuentran por el camino con un osito Lulú de chocolate deshecho entre las manos. La dependienta me mira como si quisiera asesinarme y yo me apresuro a decirle, negando con la cabeza: "No son míos", igual que San Pedro en la noche de autos. Los padres proclaman a los cielos su impotencia y persiguen a los diablos culpándoles por su innata maldad, demostrando su más que evidente incapacidad educativa. En una de estas, el hermano mayor se ha encontrado conmigo y yo, harta de tanta tontería, le he cogido por los brazos y le he llevado con su madre, ejerciendo de poli malo. ¡Ay, cuánto me he emocionado! ¡Qué bonito es ser malo con los malo-malísimos, qué subidón! Tanto me he metido en el papel que he estado a punto de pedirle al padre 5 minutos a solas con el niño pero, por suerte, me he callado a tiempo, que éstos no tienen pinta de ver mucho cine...

200 euros después (y dos faldas para la niña más que horribles, qué puedo decir, yo le hubiese comprado el vestidito amarillo tan mono rebajado a 15 euros, pero a la madre no le gustaba, y es que a todos no nos puede gustar lo mismo, gracias a Dios, qué bueno eres cuando quieres) salimos de la tienda y ellos se están gritando como locos cosas imperdonables. Ella insiste en fumar y yo la acompaño; no a fumar, que no fumo (sólo me faltaba echar humo también por la boca) lo hago más que nada para alejarme del tumulto familiar. Mejor con uno que con tres.

Me explica, entre calada y calada, lo imbécil que es su marido. Le pregunto que por qué se lo lleva de tiendas, que es mejor que lo deje en casa atado con correa. Se ríe y me dice que nunca se había comportado así antes. Yo finjo que me lo creo y le digo que, algunas cosas, es mejor hacerlas sola. Ella asiente. Sigue fumando. Tiene ganas de bronca, lo veo en sus ojos estresados de profesora de secundaria. Los niños salen del coche y se acercan. El mayor le dice a su madre que se ha equivocado y que todo lo que ha comprado le parece una mierda. La pequeña, detrás de su hermano, repite; "sí, es una mierda, lo dice papá". La madre les llama pero ellos ¡oh, sorpresa! no obedecen, así que sigue fumando como si nada. Su marido espera en el coche con las ventanillas bajadas, pensando en el fútbol.

Hoy ha salido el sol. De repente pienso que, muy a pesar mío, nada parece suficiente, nada me mantiene con ganas. Y, así, es imposible construir...

jueves, 19 de abril de 2012

Caí

Suponía que pasaría esto y, de todas formas, he vuelto a caer. Sabía la influencia que determinadas literaturas tienen sobre mi pobre espíritu, pero la tentación es demasiado grande... Ignoro si afrontar que soy una adicta a experimentar determinados bucles psicológicos relacionados con los sentimientos profundos servirá para algo, o sólo soy una estúpida más en el ejército de famélicos insatisfechos que pueblan este mundo; en cualquier caso, no tengo remedio.

Cuando caigo me deprimo tanto que no puedo pensar nada más que en ficción. Mi cabeza se llena de fantasmas y personajes que se mueven y transitan por lugares que mi mente distingue con nitidez, pero que yo misma no consigo ver. Ellos viven su vida, su historia dentro de mi y yo sólo puedo mantenerlos ahí, respirando conmigo, repitiendo conmigo mientras a mi alrededor el mundo real ha desaparecido. Soy capaz de continuar así durante días, semanas o, como en aquella otra época de la que apenas tengo recuerdos, años eternos.


Dicen que la tristeza moderna o melancolía es la depresión, pero yo prefiero llamarlo... Caída.

Y reconozco cuando estoy en el suelo.

Era una historia antigua, ocurrida diez años antes. Empezó algo perfecto y puro que se destruyó por un malentendido. Y ellos acarrean el sufrimiento de las consecuencias, el dolor, el corazón roto hasta que el nuevo encuentro abre las heridas a base de batallas y nuevas lágrimas. Se parecen tanto todas estas historias estúpidas... Pero las amo.

Joder, si hasta las escribo... Demonios.



Sekaiichi hatsukoi.


http://www.youtube.com/watch?v=5GWQTpHQB24&feature=relmfu

martes, 17 de abril de 2012

Últimamente...

No hago otra cosa que pensar en mi novela. Mientras, como, bebo y duermo, todo en pequeñas dosis, entre otras tareas futiles.
También pienso en las novelas de otros. Bueno, mejor dicho, pienso en cómo me hicieron sentir las novelas de otros. Lo mejor de una novela es poder alimentarse de ella; no sólo mientras la disfrutas sino después, en la ducha, en el coche, a través de un sueño.


La tele está encendida. La cortina naranja me aburre. La mesa no brilla por algunas partes. Oigo a los vecinos. Ni siquiera sé si me gusta este pueblo. Tengo la sensación de que no soy de ningún sitio. Y tener sensaciones tan drásticas luego se pagan muy caro, porque la gente las nota.

He vuelto a echar un vistazo al anime japonés. Lo busco de manera inconsciente porque me hace sentir, aunque esta vez intentaré no engancharme demasiado no sea que termine dando tumbos, como en la última incursión a la desesperada... Sus bases son burdas, pero efectivas. Su contenido es rebuscado, pero veraz. Me asusta un poco identificarme con personajes inexistentes creados por personas que viven al otro lado del planeta... ¿Distintos?
¿Quién se atrevió, algún ignorante?

Adolescente. Va a tener razón quien me dijo que lo seré siempre. Bueno. Hay cosas peores...

viernes, 13 de abril de 2012

Yo quiero un botón en mi casa...

miércoles, 11 de abril de 2012