sábado, 21 de abril de 2012

Manga corta, lino, tallas, perchas y analgésicos potentes

Resulta que, al final, por ser sábado, estaba lleno de gente. Los míos me habían dejado tirada con excusas (unas mejores que otras, todo hay que decirlo) y yo me inmolé, al estilo kamikaze, para acompañar a la familia de los niños "repunantes", que diría una tía mía (constato que dicho por ella suena aún más repugnante) hasta el dichoso outlet de las narices. La tienda está situada donde cristo perdió el gorro, o, lo que es lo mismo, en pleno monte. Y aquí en Galicia la gente no es de poner carteles con indicaciones, porque, total, que les den a los idiotas que no conocen la miña terra... En fin.

Llegamos, porque todo el que quiere termina por llegar a donde sea, y nos bajamos del coche después de una conversación más o menos amena (¿por qué me castigas así, Dios mío?) sobre las oportunidades, el empeño y lo difícil que es conseguir lo que uno desea porque es muy difícil en sí, y porque hay mucha gente haciendo lo mismo (repito, oh, Dios mío, ¿por qué yo?)...

Entramos en el lugar... Bien, me digo, me desmarco por este pasillo con disimulo y voy a lo mío. Já; mira que llegas a ser tontaina... ¿Te esperabas que tu buen juicio iba a ser desperdiciado? ¿Es que no tienes manos para sujetar perchas, es que no puedes ayudar, maldita egoísta, no has venido para eso? ¿no ves que los niños te adoran, no ves cómo te pisan, cómo te tiran del bolso, cómo te hacen burla? Me da igual. Me alejo con la excusa de buscar una chaqueta al fondo de la nave, de esas que valen 10 euros, no sea que se me escape la oportunidad... Mier...da. Me han escuchado y vienen tras de mí. A mis espaldas suena la tuba de la apertura de "Tiburón", como un presagio tenebroso... Sospecho que no puedo escapar de mi destino y hoy falleceré bajo un montón de ropa de saldo pateada por dos niños histéricos.


Llega el momento cambiador. Espeluznante. Los niños se escapan medio desnudos por los pasillos de la tienda, gritando y riendo, pintando la ropa que se encuentran por el camino con un osito Lulú de chocolate deshecho entre las manos. La dependienta me mira como si quisiera asesinarme y yo me apresuro a decirle, negando con la cabeza: "No son míos", igual que San Pedro en la noche de autos. Los padres proclaman a los cielos su impotencia y persiguen a los diablos culpándoles por su innata maldad, demostrando su más que evidente incapacidad educativa. En una de estas, el hermano mayor se ha encontrado conmigo y yo, harta de tanta tontería, le he cogido por los brazos y le he llevado con su madre, ejerciendo de poli malo. ¡Ay, cuánto me he emocionado! ¡Qué bonito es ser malo con los malo-malísimos, qué subidón! Tanto me he metido en el papel que he estado a punto de pedirle al padre 5 minutos a solas con el niño pero, por suerte, me he callado a tiempo, que éstos no tienen pinta de ver mucho cine...

200 euros después (y dos faldas para la niña más que horribles, qué puedo decir, yo le hubiese comprado el vestidito amarillo tan mono rebajado a 15 euros, pero a la madre no le gustaba, y es que a todos no nos puede gustar lo mismo, gracias a Dios, qué bueno eres cuando quieres) salimos de la tienda y ellos se están gritando como locos cosas imperdonables. Ella insiste en fumar y yo la acompaño; no a fumar, que no fumo (sólo me faltaba echar humo también por la boca) lo hago más que nada para alejarme del tumulto familiar. Mejor con uno que con tres.

Me explica, entre calada y calada, lo imbécil que es su marido. Le pregunto que por qué se lo lleva de tiendas, que es mejor que lo deje en casa atado con correa. Se ríe y me dice que nunca se había comportado así antes. Yo finjo que me lo creo y le digo que, algunas cosas, es mejor hacerlas sola. Ella asiente. Sigue fumando. Tiene ganas de bronca, lo veo en sus ojos estresados de profesora de secundaria. Los niños salen del coche y se acercan. El mayor le dice a su madre que se ha equivocado y que todo lo que ha comprado le parece una mierda. La pequeña, detrás de su hermano, repite; "sí, es una mierda, lo dice papá". La madre les llama pero ellos ¡oh, sorpresa! no obedecen, así que sigue fumando como si nada. Su marido espera en el coche con las ventanillas bajadas, pensando en el fútbol.

Hoy ha salido el sol. De repente pienso que, muy a pesar mío, nada parece suficiente, nada me mantiene con ganas. Y, así, es imposible construir...

3 comentarios:

  1. Si al final ir de compras con gente así es bueno y todo... He imaginado cada escena (y no he querido estar allí). Me ha gustado "La escritora va de compras".

    Eso sí, lo siento por ti.

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    1. No se pueden tener buenas conversaciones todos los días y a todas horas... Esto no es una película.

      Y si lo es, que alguien me saque de la serie B...

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    2. Si sonó un poco brusco, no era mi intención. Es que estoy sin dormir.

      Además, me encanta la serie B...

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