sábado, 10 de septiembre de 2011

Funcionamiento del miedo (II)


La peor costumbre que conozco es esa desagradable sensación de ansiedad producida por el miedo. Existe gente, personas, que siempre están ansiosas. No importa dónde estén, lo que hagan o cuánto riesgo asuman en la vida; la ansiedad late a través de su garganta sobreviviendo a todas las buenas razones que la cabeza recita para atenuarla, para hacerla desaparecer. Por desgracia es del todo inútil porque resulta casi imposible conseguirlo. Puedes acabar con una cucaracha, pero el resto de la plaga la sustituye al momento.


Una cucaracha puede sobrevivir siete días sin cabeza... ¿Quién puede competir con eso?

Ese insecto amorfo y putrefacto forma parte de nosotros derramándose por las articulaciones cual gangrena paralizante sin permitirnos cualquier otra clase de respuesta a las situaciones que se nos plantean, a menudo, ni siquiera relevantes para la propia supervivencia. Pero hemos aprendido a masticar la existencia sufriendo en vez de experimentando, de modo que el progreso, la evolución o un simple pequeño cambio puede producirnos un exagerado sentimiento de destrucción, estupor, ahogo y vacío. Eso, en argot, es somatizar el miedo, o la expresión que el cuerpo desprende cuando interioriza el miedo.

Un miedo, por otro lado, del que nadie nos habló y al que nadie nos enseñó nunca a pegarle patadas en el culo. ¿Algún padre o profesor enseña a los niños a no ser ansiosos?

Por otro lado, ¿algún padre o profesor sabría hacer eso?

Las personas ansiosas no han aprendido a dosificar su elevado estado de alerta frente a situaciones difíciles. Viven con un miedo eterno que, irónicamente, no les permite vivir. A mí en particular me gustaría saber qué cara tiene ese miedo. Me gustaría amenazarle y verle aterrorizado huyendo de mi persona. Me gustaría volarle con dinamita o clavarle unas patas para que corriese de vez en cuando y pudiese abandonar esta hibernación interminable, esta anidación espiritual. Al respecto surge, sin embargo, una duda inevitable...


¿Y si soy yo la que sobra? ¿Y si somos ocupas, inquilinos no gratos en cuerpos propiedad del miedo?

4 comentarios:

  1. Si somos inquilinos del miedo... Movámonos.

    La ansiedad de enseña. Lo he visto. Y es terrible que hay tres generaciones de una familia que vivan bajo las mismas angustias, prejuicios, temores... ¿La genética? Para nada. Nadie de esta familia se ha cuestionado que haya otra manera de vivir. Para ellos, la suya es la correcta: a la manera del miedo.

    Cuestionárselo produce nuevos temores.

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  2. Miedo de volver a los infiernos, miedo a que me tengas miedo, a tenerte que olvidar, miedo, de quererte sin quererlo de encontrarte de repente, de no verte nunca mas

    Solo es parte de una canción,pero es mi miedo.

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  3. Hola, un poco tarde, quizás.
    ¿Tres generaciones? Me perdí. Todo lo demás es un gran apunte.

    Don´t fear the reaper, Soñadora.

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  4. come miierda piirobo quien te manda a llegar tarde ... ¿¿

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