miércoles, 26 de enero de 2011

Contacto

Ding dong. Dos hombres se preguntan acerca del peso de nuestra comida. Han recorrido la edad de la Tierra para llegar hasta aquí y me temo que no van a marcharse sin una respuesta. Se me ha helado la sangre. Los enigmas siempre encierran cuestiones universales, así que sospecho que se trata de un par de farsantes. Pero ellos son más fuertes que yo y en esta habitación de neblinas no hay salida, excepto la que custodian a sus espaldas.
-No lo sé...

Me miran extrañados. Creo que ellos también esperaban una mujer universal y yo apenas cubro un sistema planetario. Insisten con los dolores de cabeza y los proverbios.
-No entiendo...

Parecen defraudados. Se aproximan. Han sacado de algún sitio un aparato que, a su vez, permanece integrado en sus cabezas respectivas. Ahora creo que estoy alucinando.
-¿Sois de verdad?

Sonríen. Comprenden mi inferioridad, mi indefensión. Afirman que se trata de una visita de cortesía, nada importante. Se han detenido a causa de una sed imprevista. Se marchan de repente. Desaparecen.




Caigo en la cuenta de que ni siquiera hablaban, aunque me han hablado de algún modo... El peso de la comida. El dolor de cabeza. Los proverbios.

Alguien gritando a mi espalda, avisándome del peligro bajo el andamio. Demasiado tarde. Mis dedos soltaron las bolsas del super.

4 comentarios:

  1. Va a ser cosa del endocrino...

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  2. He visto al señor Huevo de Carroll en un macetón, con las piernas sin carne colgando, con calcetines de colores...

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  3. Los huevos, los trastornos y Humpty Dumpty (se llamaba así, ¿no?)... El esfuerzo imaginativo es impagable. Sois muy buenos.

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