martes, 6 de septiembre de 2011

Funcionamiento del miedo (I)

El valor es una cualidad oscura y enigmática. Procede de hábitos ancestrales que aprendemos de nuestros progenitores y del conocimiento que nos va proporcionando la vida y las relaciones con los demás, pero también es una manifestación de nuestra personalidad, una expresión propia.
Yo no aprendí a tener valor; muy al contrario, crecí pensando que el valor era un signo de estupidez que terminaba por destruir a la persona que lo poseía. La cobardía, enmascarada de sabia prudencia, me fue administrada en dosis masivas, junto a una refutable letanía de normas antiguas y prejuicios básicos, todo ello aderezado con un estricto control del pensamiento. ¿Era aquello una jaula o un envase de matrioskas que aún sigo destapando?

Creo de verdad que hoy en día he superado ampliamente mi legado genético porque me entusiasman los grandes retos. Podría definirme como una persona decidida, creativa, que derrocha iniciativa y que no tiene miedo de enfrentarse a situaciones sociales comprometidas; me siento segura de mi misma y mi autoestima es fuerte como el hormigón. Sin embargo... Hay algo.

Se trata de una barrera, una desconexión mental que se produce precisamente cuando he alcanzado el control absoluto del momento de conversación, esos en los que todos esperan que culmine mi alegato con la misma brillantez con la que lo empecé, con la que lo luché, con la que me defendí y ataqué. De repente, cuando el mundo expectante me regala su atención para aplaudirme y aguarda con paciencia que exponga mis convicciones para conseguir el merecido triunfo, mi cerebro se paraliza y soy incapaz de proseguir. Ocurre que no termino el proceso; a decir verdad, nunca lo hago. Por eso mi currículum está incompleto y por eso nunca remato una historia ni acabo una sola novela. La pájara, que diría un deportista.


Tal vez se trate, en efecto, de una pájara en una caja de matrioskas.

7 comentarios:

  1. Tampoco yo sé terminar historias y ahi quedan algunas a medio cocinar... :( Frustrante...

    ResponderEliminar
  2. Otro deportista diría miedo escénico.

    A lo mejor las historias nunca se acaban. Terminarlas puede que sea reconocer que no se pueden mejorar.

    ResponderEliminar
  3. Sí que es frustrante, sp.


    Oye, Cornu, me pasas la factura por correo y apúntame para cinco sesiones más. He visto la luz...

    ResponderEliminar
  4. CM, de nuevo me sorprendes con tus metáforas...

    "Un envase de matrioskas que aún sigo destapando"

    ¿Realmente es necesario destaparlas todas? ¿Y qué se queda al fondo de cada una?

    Sobre los finales... cámbialos. Lo que llamas principios son ahora los finales. Desanda el camino... Haz un nuevo comienzo...

    ResponderEliminar
  5. Gracias por los consejos. Analizar, cambiar, desandar.

    Todo lo contrario a continuar, sin dormir, hacia no sé dónde diablos.

    ResponderEliminar
  6. ¿Por qué no tachar "Entrando en barrena"? ¿Y escribir en rojo sobre el título... qué se yo... algo que tenga que ver con renacimiento, reconstrucción...?

    No recuerdo en qué película carcelaria escuché (creo que Huracan Carter): "Todo es cárcel, menos dentro de mi cabeza".

    ResponderEliminar
  7. Una frase muy bonita, sí señor, para una idea optimista.
    Lo que pasa es que Entrando en barrena me define demasiado bien...

    ResponderEliminar