martes, 23 de agosto de 2011

La muela rota


Mañana tengo una entrevista con el gerente de una clínica dental para ofrecerle un asesoramiento financiero completo. Y resulta que hoy, hace tan solo unas horas, se me ha roto una muela comiendo espaguetis. Alguien medianamente susceptible diría que se trata de una señal, una de esas pistas que nuestro destino esparce de vez en cuando por delante de nuestras narices para jugar a las adivinanzas... ¿Tendrá de verdad algún recóndito significado? Los espaguetis estaban muy buenos, ¿eso qué significará?
Cada vez que llego a la parada del autobús me asalta una gran variedad de dilemas existenciales. Es extraño. En cuanto mis pies se detienen mi cabeza se pone en marcha cuestionando todo aquello que alcanza la vista. ¿Cuántos años de vida le quedan a esa señora? ¿Ese señor le ha sido infiel a su mujer, si es que la tiene? ¿Se ha arrepentido? ¿Esa otra señora lleva una doble vida, se ha intentado suicidar, ha cometido algún crimen, cree realmente en Dios? ¿Por qué sonríe? ¿Ama de verdad, odia de verdad? ¿Vive de verdad?
Las opciones son infinitas. Las posibilidades, inagotables. Pero siguen sorprendiéndome, por encima de cualquier otra consideración, las personas felices. Esos seres poco comunes, únicos, tan especiales y poderosamente atractivos para la ingente masa gris. Ellos se mueven entre el vulgo desprendiendo un brillo cegador, expulsando chorros de energía que el resto recolecta y abraza como limosnas curativas del alma. El efecto de estas personas dura lo mismo que su proximidad; a veces, dilatado durante unas horas en forma de perfume impregnado en los cerebros agradecidos. Respiras, contienes, experimentas y olvidas, regresando a la brújula del propio ánimo y sus prosaicas fronteras. Todo muy aburrido, todo muy pueril. Pero es que la vida seria no tiene otro significado que el de ser aburridamente pueril.

Me duele la muela. "Tendrán que salvarla", dijo el dentista. Salvarla de mi vida de estragos y licencias (seguramente baratas, si no, otro gallo me cantaría). Empiezo a ver al dentista como un caballero andante, con su espada y su gorguera cervantina. Empieza a declamar:

Nos enseñan a bordear los pájaros muertos sobre el asfalto
Me hace sentir imbécil por bloqueo
¿Estás en la película que escribe tu cabeza?
Nos enseñan a que no importe pisar lombrices u hormigas: Qué corriente eres, ¿a quién obedeces si apagas el instinto?
De vuelta es todo una reconquista. Una reconquista. Una reconquista...


El dentista me da miedo. El trabajo me aterroriza. La muela rota me hace sentir triste y de mal humor. Espero que todo esto se me pase mañana, en la parada del autobús, entre toda esa gente imaginaria.






3 comentarios:

  1. Esa maravillosa gente imaginaria es la que hace soportable la vida pueril. Debo recordarme que lo que imagino y lo que es son esas personas son cosas distintas, pero a veces coincide...

    Como hace tiempo no cojo el autobús debo imaginarme la vida de los clientes de Mercadona.

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  2. Qué curioso leer de ti lo que también yo pienso cuando voy por la calle... Creía que nadie más que yo podía tener unos pensamientos tan poco comunes... Un beso.

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  3. Mercadona... Un variado surtido. Con posibilidades de escuchar conversaciones ajenas. Me gusta eso. Seguro que le sacas provecho...

    sp, gracias por caerte por aquí. Caerse siempre tiene mucho mérito.
    Bicos

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