lunes, 18 de julio de 2011

Lentejuelas negras y gloss espiritual

Señores imbéciles:

No puedo por menos que reseñar la maldita cuestión de las horas de mi vida que me cobraron sin permiso, de las cuales no dispongo factura. Solicito también el abono del porcentaje que me corresponde por aniquilar a la competencia, cruel y premeditadamente, amén de cumplir los objetivos propuestos por el departamento de imbéciles correspondiente. Así mismo declaro y denuncio el robo de mi saldo de salud, astronómicamente mermado por sus controles de calidad laboral, cuyas directrices marcaron mi progresivo desangramiento y pérdida de conceptos humanos. Reclamo pues la restitución de mi inocencia, tal cual les fue entregada, al igual que la devolución íntegra de aquellos depósitos oníricos que ustedes vejaron sistemáticamente mientras dirigían mi entrenamiento para convertirme en ese gran imbécil que siempre quise ser.
Ruego atiendan mis humildes peticiones, les saluda cordialmente
(El pobre aspirante a imbécil que ustedes saben)



Estimado presunto imbécil:

No podemos por menos que asegurarle que nunca robamos a nuestros aspirantes más allá de lo que ellos nos permiten y, por supuesto, jamás exigimos nada que ustedes no se hayan traído previamente de casa. Olvida usted en su misiva que regalamos un plan de propósitos sin clasificar a todos aquellos que lo necesitan, además de cuidar que se cumplan al más alto nivel de exigencia, para lo cual invertimos buena parte de nuestras vidas vacías en salvaguardar los resultados de aquellos incapaces de sobrevivirse a sí mismos. Despertamos a nuestro personal con la misma entereza que el lobo muerde la garganta pálida del cordero antes de comérselo, un bello poema natural que sin duda usted sabrá valorar en su justa medida.
Sin más, le deseamos una feliz y próspera balada
(El viento que no cesa en la nuca del imbécil)

11 comentarios:

  1. Como inspira trabajar en un banco.

    :-)

    Beso!

    ResponderEliminar
  2. El banco no ha tenido nada que ver con el relato... Lo juro por los depósitos a largo plazo.

    ResponderEliminar
  3. "Reclamo pues la restitución de mi inocencia, tal cual les fue entregada". Dices tu frase mientras tus pies hacen sonar los listones de madera que conducen al cadalso. Una frase que podría abrir una novela.

    ResponderEliminar
  4. Muchas vueltas le estoy dando a esto... Es lo que me faltaba, otra novela empezada. A todo esto,
    ¿se podrán vender?

    Un negocio de venta de novelas empezadas y finales de novelas...

    Voy a pensar en ello, es (también)una buena idea para una novela.

    ResponderEliminar
  5. "El negro que escribía principios" podría ser el título. El argumento simple: una escritora concibe principios hermosos, desgarradores, llamativos... pero por distintas causas, nunca finaliza las novelas. Conoce a un escritor de bestseller de capa caída que se los compra...

    ResponderEliminar
  6. ...Me has pillado, no sé cómo seguir.

    Va a ser verdad que necesito un terminator...
    ¿O sería un writerminator?

    ResponderEliminar
  7. La historia continúa así... La escritora no quiere que un tipo sin talento se haga rico a su costa. Así que une todas las historias con un nexo común... Ella es una trabajadora de un banco que cuando acaba la jornada regresa en autobús. Se aisla de los malos olores de la fealdad del verano (los pies peludos, los sobacos sin rasurar, los cuerpos medio cuarteados por el sol...)

    Ella sueña... Cada sueño, una historia, pero los sueños acaban cuando llegan al final de la parada.

    Quizá un día, decide que uno de esos sueños debería continuar y hace un trayecto más largo... En tren de una punta a otra de Europa. Ni el calor ni el frío ni la gente la distraen de su sueño...

    ResponderEliminar
  8. Me gusta el planteamiento. Me gusta la historia. Todavía me estoy preguntando cómo sabes que vuelvo a casa en autobús... En realidad es un autocar. Reconozco la escena de verano a la que te refieres, la viví durante muchos años en Madrid, aunque aquí no es tan común con este clima del norte tan despistado.
    Podría continuar el viaje para saber hasta donde puedo llegar, puede que pague por toda esa imaginación. Mañana le pediré un billete especial al conductor, a ver qué pasa.

    ResponderEliminar
  9. Las escritoras con mucha imaginación prefieren no conducir... El síndrome de Walter Mitty, lo llamo.

    ResponderEliminar
  10. No conocía al personaje, muy acertado diagnóstico. En cualquier caso, hoy cambié el autocar por el barco (el que sale en "Los lunes al sol") pero no pude pensar en nada, el mar estaba demasiado azul y brillante. Como un espejismo. Intentaré buscarle un nombre a eso...

    ResponderEliminar
  11. Inquietante. La foto.

    El post no. A mi me ha hecho sonreir mientras leía...

    ResponderEliminar