Podría tratarse de cualquier cosa. Podría ser una palabra. Un cortocircuito. El ojo de una hormiga. La onda expansiva grabada en las rocas metamórficas bajo el talud del Pacífico tropical hace 40 millones de años. Un electrón abandonado. La belleza de que el cuadrado de 13 sea 169 y que el cuadrado de 31 sea 961... ¿No es como un baile de encuentros?

Es el Hombre de Vitruvio, creciendo sin salirse del círculo. La misma adivinanza con infinitas soluciones. Un libro con todas las páginas en blanco titulado Imprescindible. Una galleta que dice "pisotéame". Una foto de la última persona anónima que me sonrió por la calle. El ojo cerrado de un huracán. Una lágrima encerrada en un espejo. Un vale canjeable para no sentir vergüenza durante cinco minutos. Una película con actores sin cara. Un juego donde sólo se puede perder. Otro juego donde sólo se puede ganar. Un perfume que huele al número áureo. Una lista de sílabas secretas sin sonido. La última esquirla del sol...
Recogí todas las respuestas y las metí otra vez en el saco. Ni idea de quién era esa persona, más alta que yo, que las encontró, pero desde luego que no sabía qué puñetas hacer con ellas. Y cuando no se sabe, pues tampoco se disfruta haciendo. Se sufre. Cerré el saco con una cuerda. Ni una sola me llevé conmigo fuera del sueño; creí que sería mejor dejarlas donde las encontré. Por si acaso, las escondí bajo un matorral que tengo guardado en un rincón del Hipocampo de mi cerebro. Tal vez, algún día, vuelva a por ellas.

Podría ser un saco que desborda, gritos, o puede que suspiros, o en realidad sólo versos.
ResponderEliminarEn lo de los gritos estoy de acuerdo. Los gritos siempre tienen algo que ver con todo...
ResponderEliminarDesde que leí la entrada días atrás, le doy vueltas a la galleta que dice "pisotéame". Pienso qué efecto tendría sobre Alicia.
ResponderEliminarPonerla unos vaqueros y llevarla al siglo XXI...
ResponderEliminar