miércoles, 21 de julio de 2010

Grandes muertes y muertes pequeñas

Ayer me crucé con un enorme perro tendido en la acera. Tenía los ojos hinchados y jadeaba con angustia, ruidosamente, como si se estuviese muriendo, agitando la panza asfixiada. Un hombre grueso se había agachado para abanicarlo intensamente. La gente pasaba al lado de ambos como si nada. Tuve que girarme a la altura del semáforo... ¿Y si aquel señor se cansaba de estar inclinado sobre el animal y lo abandonaba? ¿Y si aquel perrazo se moría sin que nadie le prestase ayuda? No podía cruzar. Tuve que quedarme vigilando, atenta a lo que pasaba. El perro continuaba con los estertores y las babas. El hombre se afanaba con el giro de su muñeca. Aún así, crucé la calle. Pero no dejé de mirar. Sentí miedo. Era un animal demasiado grande para morir en público, delante de todos. Demasiada carne, demasiada sangre.

Mi cabeza no lo soportaba. Finalmente el perro se levantó con dificultad y siguió al señor hasta un portal próximo. Era su dueño. Se había salvado. Respiré hondo. Al fin podía volver la vista hacia adelante. Supongo que, para la conciencia, el tamaño del muerto sí que importa.


Hay liquidación en una tienda que me gusta, cerca de aquí. Iré en cuanto pueda. ¿Existen las liquidaciones sentimentales? Dos ligues de verano y mi primera vez, de oferta. Y las experiencias en la calle, un dos por uno; en paquetes de diurnas y nocturnas. El ofertón puede ser el trio ocasional.... Aquel, aquel en aquel coche. Aquella vez. ¿Compradores? Apuesto que cientos de miles. ¿No venden basuras peores en los sitios de papel escrito, o embadurnado?

Te echo de menos. Mucho. Tanto que estás conmigo a todas horas... En todo lo que pienso. Cada vez que me muevo. Estás más que cuando te tengo cerca. ¿Es normal eso?

Sé que no te gusta el teléfono. Creo que porque no sabes hablar por él. A mí me gusta porque se parece a lo que me gustaría de verdad... Hoy he aprendido algo. Después de colgarte me he dado cuenta. No se trata de lo que decimos. La verdad es que me gustaría hablarte sin decir nada. Prométeme que lo haremos. Estar hablando sin hablar, sin palabras, en silencio. Escucharnos al otro lado, sentir que nuestras cabezas barrenan por los mismos lodos. Me gustas en silencio. A mí me cuesta, pero es tan bello... Lo prometo.

Hasta mañana.

1 comentario:

  1. Hay perros que buscan alguien que les quiera ¿recuerdas? Éste se conformaba con poder levantarse. La vida es cuestión de perspectivas.

    Hablar, escuchar, barrenar. Siempre.

    ResponderEliminar